Límites
fallidos
Mi corazón
construyó muros de conciencia para que frenaran las mareas de dolor provocadas por tu
alejamiento. Sólo cuando vomité tanta soledad sobre las cuartillas blancas sentí
alivio. Más tarde busqué para esas páginas una cárcel lujosa de cuero y oro que
sellé con un candado. De esta forma conseguí apresar mis anhelos y desterrarlos, junto a
otros libros moribundos, a los anaqueles del desván. Pero hoy mi nieto ha
encontrado ese diario. Dentro de mí, un corazón ajeno, más joven e inexperto,
le deja abrirlo. Los dos ven extrañados que todas las páginas están en blanco.
Rebeldes al encierro, las palabras habían huido, pero aún quedaban en el papel
los restos indelebles de las lágrimas.
Lana
Pradera