Si las imágenes pudieran
leerse
El cafetín
Desde donde me encuentro, miro
el mar y no me llega la sensación de humedad ni el olor a salitre. Los sonidos
del ambiente no me dejan oír el rumor de las olas. Las nubes derraman
gotas de lluvia que no me mojan y despiertan en mí el deseo de notar en los
pies el roce húmedo de la arena de la playa.
¿Qué hago aquí? Estoy en un
refugio de cristal iluminado como un acuario. No falta calor ni comida. Escucho
el murmullo incesante del parloteo solitario de mis congéneres, mientras,
inmóvil, observo que todo lo que se mueve está fuera. Todo lo que estimula los
sentidos y cambia de forma en un calidoscopio colorista, espera fuera. Sé con
certeza que los sueños se forjan sobre la espuma de las olas, aunque las barcas
naufraguen y los amores desaparezcan en remolinos de tormenta.
Pero, aunque quiera, ya no puedo seguirte,
vida. Me quedo aquí sentada con el bastón a mi lado. Maquinalmente disuelvo un
azucarillo en el café a golpe de cucharilla, mientras recuerdo. Mientras
contemplo.
Lana Pradera
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