El final de las cartas
Mar Lana
Buceaba en su memoria para rescatar los recuerdos que le mantenían vivo. Fueron aquellos fugaces momentos que vivió con ella, los que se convirtieron en un faro hacia el que dirigía su mirada cada vez que se sentía solo y perdido.
En las noches de insomnio, le escribía inacabables misivas que se iban amontonando en un cajón en las que intentaba explicar su vida y su cobarde huida. Aún la amaba y en las últimas páginas imploraba su perdón.
El sonido del teléfono le sobresaltó cuando cerraba el paquete para enviarle las cartas. La conversación fue breve y, al finalizar, anotó una nueva dirección
Dª Emilia Rodriguez Cuadra
Paseo de los Tilos
Cementerio A Gaudiña (Orense) Mar Lana
Real, muy real. Muchas veces nos callamos lo que es necesario decir por miedo, pudor o engaño... y muy frecuentemente se hace tarde para la vida.
ResponderEliminarMe gusta mucho, Lana.
Un abrazo.
Muy agradecida por tu comentario, Carmen. Valoro mucho tu opinión.
ResponderEliminarBesos.
Es verdad que parte de nosotros mismo vive en otras personas, que apenas nos damos cuenta de que es así, y que cuando esas otras personas dejan de ser, esa parte de nuestro yo retorna a nosotros en forma de nostalgia, de dolor siempre... y nos mantiene más vivos que nunca.
ResponderEliminarMe gusta este micro María del Mar.
Muchas gracias por el comentario, Santiago. Me alegra saber que te ha gustado.
ResponderEliminarUn saludo.
Es cierto, quizás porque es dificil exteriorizar los sentimientos y decir a las personas que amamos lo que sentimos, llegado el momento, puede ser demasiado tarde.
ResponderEliminarMe ha gustado. Un saludo
Gracias por tu comentario, Abril. Con frecuencia se pierde el tren de decir lo que se siente cuando se se siente.
ResponderEliminarUn saludo.
Igual podría haber continuado escribiéndole cartas, puesto que no se las enviaba nunca y eran más producto de una catarsis sanadora que de un deseo real de hacerle llegar su sentimiento.
ResponderEliminarQueda muy poético eso de enviarlas al cementerio, pero me temo que Correos que no es nada lírico, se las devolverá al remitente, sin más. (ríome).
La cobardía es la que llega tarde, siempre, o no llega nunca.
Comparto.
Abrazo, Mar.
Morgana, muy agradecida por tu comentario y por compartir. Sí, también creo que correos no se andaría con lindezas. La lápida es del siglo XlX y hay una inscripción de amor en la piedra puesta por el esposo de la extensión de una carta. El papel no dura pero en la piedra permanece.
ResponderEliminarLa cobardía provoca parálisis crónicas que impiden el movimiento.
Muchos besos.
Lástima que no llegaran esas cartas a su destinatario!! Ahora sólo le queda su soledad y los remordimientos.
ResponderEliminarMuy bueno.
Saludos
Gracias, Marybel, por estar ahí..
ResponderEliminarBesos,
La cobardía es lo que tiene. No es amiga de las prisas pero sí de la renuncia.
ResponderEliminarUn placer leerte, Maria del Mar.
Un besazo.
Muchísimas gracias, Mabel, me alegra que te haya gustado. Tienes toda la razón.
ResponderEliminarBesos.