miércoles, 30 de septiembre de 2020

LA COLECCIONISTA


 

 

La Coleccionista


Desde niña me ha gustado coleccionar cosas. En los armarios de mi habitación guardo multitud de objetos meticulosamente ordenados. De la pared cuelgan expositores en los que mariposas y escarabajos, ensartados en finas agujas, lucen sus colores. Ellos arropan mi soledad y son el contrapeso que da equilibrio a mi vida. Nada frena mi impulso.


        El paso de los años ha refinado mis gustos y, de un tiempo a esta parte, empiezan a interesarme las joyas. En una vitrina del salón expongo piezas magníficas, como los pendientes de brillantes de Beatriz, con sus iniciales grabadas en el cierre, el solitario de esmeralda de Mónica y la pulsera de oro de aquella rubia a la que no tuve tiempo de preguntarle el nombre.


       He madurado. Ya no me dedico a borrar de los objetos cualquier personalización de sus dueños, ahora prefiero recordar el modo en que los obtuve. Me gusta enseñárselos a las visitas, aunque nunca dejo que se acerquen al sótano.


                                  Lana Pradera

martes, 1 de septiembre de 2020

LEYENDA


LEYENDA   

      

San Jordi dibujó en el calendario un círculo alrededor del día 23. No es un mes de abril como los demás, se dijo. El clamor no cesaba. Llegaban noticias sobre un peligroso enemigo que no admitía ofrendas: era invisible. Mitigaba su voracidad con la sangre sabia de los ancianos, dejando en su camino un rastro de huérfanos sin pasado. Decidió hacerle frente con la ayuda del dragón de otros abriles. Negociaría con él la ofensiva.

       Al amanecer, conseguida la alianza, el dragón recorrió las calles exhalando bocanadas de aliento ardiente hasta limpiar las ciudades. Movilizó a los vecinos menos amedrentados y mantuvo a la población dentro de sus casas. Mientras, San Jordi perfeccionaba su arma entre probetas, placas de cultivo y artilugios médicos. Cuando llegó el momento de capitanear a sus seguidores, reemplazó las espadas por jeringas de agujas afiladas. ¡Vencieron!, pero ese año solo brotaron rosas rojas en los cementerios y todos los libros quedaron por escribir.

 

                                                           LANA PRADERA

 


 

viernes, 3 de julio de 2020

Otras realidades



Otras realidades 


En la red de Tinder conocí a Lena. Su cara afilada de ojos chispeantes llamó mi atención. Le envié un superlike y en segundos ella respondió.

       Un día, al conectar con la red, parpadeaba un icono sobre su foto. Cliqué sobre él y la pantalla se expandió como un agujero de gusano. Los colores grises giraban mareantes. Mi cabeza entró en un torbellino que me llevó a otra dimensión. Quedé paralizado ante una escena caótica: guerreros a caballo gritaban blandiendo espadas y poderes especiales en un campo de batalla sembrado de muertos. Desde una loma, una mujer de complexión formidable agrupaba a su ejército. Era Lena. «Acompáñame», dijo. Me arrastró su magnetismo. Era una amazona guerrera, viajera entre mundos, que defendía con tesón valores que dormitaban en mí.

      Tanta acción finalizó en un nocaut que me trajo de vuelta. ¿Una alucinación? No. Su señal intermitente continuaba ahí para que la siguiera a una nueva realidad. Me alisté en su ejército.

                                                           Lana Pradera

martes, 16 de junio de 2020

Último recurso




Último recurso
 

Guille se quedó solo en casa, como de costumbre, con la única compañía de un proyector encontrado en la basura. Tras muchos esfuerzos, consiguió unir el celuloide de las películas mudas que acompañaban el hallazgo. Una de ellas la visionó varias veces, asombrado con una de las escenas. Al terminar, rebuscó en el armario y cogió sus únicas botas.

       Cuando la madre entró en la cocina, cansada de callejear y sin nada en los bolsillos, vio la mesa puesta y a Guille subido en un taburete removiendo, dentro de una perola, unos cordones y un  extraño objeto que danzaba entre el borboteo del agua a punto de desbordarse. 

       «Siéntate, mamá, hoy vamos a comer de cine».



                            Lana Pradera


miércoles, 3 de junio de 2020

Elección



Elección  
 
          Bajo la sombra de un sauce, recostado en el suelo, pensaba en cómo atrapar para siempre ese arrebato que había llenado mi existencia, esas caricias que eran la puerta de la belleza. La abracé con la necesidad de fundirme en ella, de sentir la unidad y a la vez la dualidad de los cuerpos en el roce erótico, de enredarme en sus risas. Me decidí sin evaluar los riesgos. Ella sería mi luz. Una luz que nos haría falta entre las tinieblas cuando nos echaran del Paraíso.

           Lana Pradera


lunes, 18 de mayo de 2020

La llamada


                                                  
La llamada



       Suena la música en los balcones de la calle, mientras observo los días tachados en el calendario. Son cruces alternas, marcadas con rabia. Entre ellas quedan espacios numéricos llenos de incertidumbre, hasta que llega la esperada llamada a través de la tablet. Hoy te veo llevar a la boca una galleta que mordisqueas por los bordes: sin aliciente, confusa. Grito:«¡Pronto iré a verte!». Me preguntas: «¿Qué haces metida en ese chisme tan pequeño?». Vuelvo a gritar: «¡Te quiero, no estás sola!». Veo cómo ella desvía la mirada.



                                                  Lana Pradera

lunes, 27 de abril de 2020

Intercambio



Intercambio

      Enfilé la avenida hacia el arrabal. Al llegar al cruce de una calle con soportales, me senté en una de sus esquinas.  Desde allí pude ver cómo una muchacha trataba de llamar la atención de los transeúntes. Ninguno se detuvo a pesar de que la chica se subía, provocativa, la falda y se desabrochaba los botones de la blusa. Se volvió, frustrada, y al verme allí torció el gesto. Vino hacia mí pavoneándose. Me preguntó: «¿Te gusto?». Asentí, confuso, y le mostré la gorra junto a mis pies con pocas monedas. «Dame el dinero, con eso basta. Después, búscate otra esquina».





                                                                     Lana Pradera