La Coleccionista
Desde niña me ha gustado coleccionar cosas. En los
armarios de mi habitación guardo multitud de objetos meticulosamente ordenados.
De la pared cuelgan expositores en los que mariposas y escarabajos, ensartados en
finas agujas, lucen sus colores. Ellos arropan mi soledad y son el contrapeso que
da equilibrio a mi vida. Nada frena mi impulso.
El paso de
los años ha refinado mis gustos y, de un tiempo a esta parte, empiezan a
interesarme las joyas. En una vitrina del salón expongo piezas magníficas, como
los pendientes de brillantes de Beatriz, con sus iniciales grabadas en el
cierre, el solitario de esmeralda de Mónica y la pulsera de oro de aquella rubia
a la que no tuve tiempo de preguntarle el nombre.
He madurado.
Ya no me dedico a borrar de los objetos cualquier personalización de sus
dueños, ahora prefiero recordar el modo en que los obtuve. Me gusta enseñárselos
a las visitas, aunque nunca dejo que se acerquen al sótano.
Lana Pradera