¿Qué hacer con la olla a presión?
Me senté para observar mejor aquel
objeto de acero reluciente semejante a una capsula espacial que había colocado mi nieta
sobre la chapa de la cocina.
—Es un regalo sorpresa, Yaya — dijo
mientras me daba un librito de instrucciones.
Empecé a ojearlo y pensé que ese objeto
galáctico no hacía juego con mis viejas perolas. Seguí con atención las
explicaciones: «para abrir la cazuela es necesario girar la tapa con las dos
manos haciendo fuerza hacia la derecha sobre las asas de baquelita. Una vez
metidos los alimentos con agua, se cierra girando hacia la izquierda y se pone al fuego»
Al poco tiempo, la sorpresa fue que la
condenada olla se puso a pitar como si fuésemos a perder el tren. Cada vez lo hacía
con más fuerza y deduje que de un momento a otro aquel objeto iba a despegar y
taladrar el techo. Apresurada, lo retiré del fuego. No hubo forma de abrir aquella
tapa que se hacía puntiaguda en el centro y terminaba en una espita que seguía
escupiendo vapor.
Frustrada con el invento, añoré el
placer de remover los alimentos con una cuchara como me enseñó mi madre y oír el caldo haciendo chup, chup. Probar, rectificar, y volver a
probar. Oler los aromas de las especias de cada guiso y viajar a través de los
recuerdos.
Leí después que había que poner la olla
bajo el agua para poder abrirla. Lo conseguí y fue un chasco comprobar que los
garbanzos seguían duros como las bolas de un rosario. No estuvieron el tiempo
necesario, pero si hubiera esperado la media hora indicada seguro que todo
habría volado por los aires.
Al día siguiente me encargué de que no
hubiera más sobresaltos. La flamante cacerola luciría ramilletes de flores
campestres junto a la ventana.
Lana Pradera
Saludos, abuelita.
ResponderEliminar¿Cómo se le ocurre a tu nieta regalarte esa máquina? Desde luego...
Pero veo que te lo tomaste bien y te ha salido un cuento, ja, ja, ja.
Un abrazo y media docena de besos (removidos con la cuchara y que hacen chup, chup).
Hola,José Ángel: Es un gusto tu visita. Pues sí, intentaremos seguir dándole a la manivela y que no se oxide del todo. Con todos estos cambios de Google es un lio ahora compartir los relatos. Me alegro de que hayas podido comentar. Con los cambios se han perdido todos los comentarios anteriores del blog. Todo mi cariño para ti y un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMe encantó, Lana. No hay nada mejor que conservar los "cacharros" que uno a manejado durante toda su vida. Un placer leerte. Saludos.
ResponderEliminarAriel
Muchísimas gracias, Ariel. Un placer estar en contacto. Saludos.
EliminarQué bien entiendo a la protagonista de tu relato, Lana. Yo jamás he usado una olla exprés y lo cierto es que me dan bastante miedo. Donde se pongan mis cacerolas tradicionales y un ratito de tranquilidad para remover y esperar a placer que la comida esté lista...
ResponderEliminarUn micro entrañable, me ha gustado mucho.
¡Un beso!
Gracias, Julia, un placer tu visita. Abrazos.
EliminarBello micro con un divertido final. Mi abuela era una gran cocinera y jamás tuvo una olla a presión; creo que le habría dado el mismo uso.
ResponderEliminarAbrazo, Lana!
Sí, Federico, hay muchas tentaciones para anclarse en lo tradicional y detener un poco el tiempo. Vamos tan deprisa y tan programados como todos estos robots que salen cada día. Hay que disfrutar de los pequeños momentos. Abrazos.
EliminarTenga el fin que tenga, lo verdaderamente importante es el regalo de la nieta!
ResponderEliminarDivertido micro!
Muchas gracias, El Baile de Norte, por tu visita. Ciertamente es importante el regalo de un nieto. Abrazos.
EliminarME GUSTO ME GUSTA LO CORTO LO CLARO SIN VUELTAS EN E MUNDO DE HOY DONDE CADA VEZ SE LEE MENOS UN ABRAZO DESDE mIAMI
ResponderEliminarMuchas gracias, +RECOMENZAR por tu visita y comentario. Un saludo desde La Rioja (España).
ResponderEliminarCon ese relato me he visto identificada, más de una vez, cuando he oído ese horrible pitido. Aunque la olla a presión, está haciendo una gran labor para los que trabajamos y contamos con poco tiempo para estar en la cocina. Quizás cuando me jubile, le dé el mismo uso que tú. Las lilas son mis flores favoritas. Gracias por ese estupendo relato.
ResponderEliminarPilar, muy agradecida por tu valoración. También me gustan las lilas. Muchos besos.
EliminarFue un placer leerte. Buen final. Muy gracioso, acorde al regalo.
ResponderEliminarGracias, Estela, me alegra saber que te ha gustado. Abrazos.
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