domingo, 29 de noviembre de 2015

Sin esperanza





Sin esperanza



        Un indeterminado número de personas se alineaban en la calle junto a la pared de las casas, en espera de que abriera la Oficina de Empleo. Formaban una fila larga y apretada que podría asemejarse a un gusano de múltiples pies en su búsqueda de hojas de morera. Cuando la puerta se abrió, entraron y ocuparon el espacio como una marea sin retorno. Tampoco habría suerte esta vez. Frustrados y al igual que haría el gusano de seda, tomaron la única salida: encerrarse en sus capullos en un letargo anhelante para intentar alcanzar su verdadero sueño: ser mariposas.

                                                                 Lana Pr
adera




domingo, 1 de noviembre de 2015

Invoco tu nombre


Invoco tu nombre


      Te espero sentada en la alfombra frente al fuego del hogar. Cuando percibo tu presencia, un deseo soterrado e intenso invade los laberintos de mi mente. Siento cómo reptas despacio por mi piel y acomodas tu pecho sobre el mío abarcándome entera. Noto que, a propósito, demoras el ritmo de conquista y consigues que aguarde, ansiosa, el momento en que acaricies el contorno de mi cuerpo, sensible a todos los roces. Espero, impaciente, ese instante de clímax que lo hechiza todo, mientras la cordura se exilia entre gemidos. Lo único que me atormenta es que hoy no son tus dedos sino los míos, más certeros y fieles, los que hacen que me sienta plena en un silencio que el placer no quiebra.


                                                                                                        Lana Pradera
                                                                                                                                                                                                                                                                                                    

jueves, 22 de octubre de 2015

El cafetín

Si las imágenes pudieran leerse

El cafetín

               Desde donde me encuentro, miro el mar y no me llega la sensación de humedad ni el olor a salitre. Los sonidos del ambiente no me dejan oír el rumor de las olas. Las nubes derraman gotas de lluvia que no me mojan y despiertan en mí el deseo de notar en los pies el roce húmedo de la arena de la playa.

¿Qué hago aquí? Estoy en un refugio de cristal iluminado como un acuario. No falta calor ni comida. Escucho el murmullo incesante del parloteo solitario de mis congéneres, mientras, inmóvil, observo que todo lo que se mueve está fuera. Todo lo que estimula los sentidos y cambia de forma en un calidoscopio colorista, espera fuera. Sé con certeza que los sueños se forjan sobre la espuma de las olas, aunque las barcas naufraguen y los amores desaparezcan en remolinos de tormenta.

Pero, aunque quiera, ya no puedo seguirte, vida. Me quedo aquí sentada con el bastón a mi lado. Maquinalmente disuelvo un azucarillo en el café a golpe de cucharilla, mientras recuerdo. Mientras contemplo.

                                                             Lana Pradera

viernes, 25 de septiembre de 2015

Límites fallidos




                                                                           Límites fallidos


               Mi corazón construyó muros de conciencia para que frenaran las mareas de dolor provocadas por tu alejamiento. Sólo cuando vomité tanta soledad sobre las cuartillas blancas sentí alivio. Más tarde busqué para esas páginas una cárcel lujosa de cuero y oro que sellé con un candado. De esta forma conseguí apresar mis anhelos y desterrarlos, junto a otros libros moribundos, a los anaqueles del desván. Pero hoy mi nieto ha encontrado ese diario. Dentro de mí, un corazón ajeno, más joven e inexperto, le deja abrirlo. Los dos ven extrañados que todas las páginas están en blanco. Rebeldes al encierro, las palabras habían huido, pero aún quedaban en el papel los restos indelebles de las lágrimas.


                                                                                                  Lana Pradera

domingo, 21 de junio de 2015

El pequeño oasis



                  El pequeño oasis

           Su pueblo no era más que un puñado de casas desperdigadas cerca del desierto. Sólo se oía el viento arremolinando la arena. Zaira iba temprano a coger agua del pozo a varios kilómetros de allí. Al llegar se desprendía del burka y cantaba. Primero bajito, temerosa, y luego alzando la voz hasta amainar la dureza del paisaje. En ocasiones bailaba; sus pies descalzos retozaban alegres y giraban al compás de sus canciones, mientras miraba feliz al cielo. Buscaba otros mundos en el calidoscopio de las nubes. Pero aquel día, un vecino la vio danzar con la melena al viento desafiando la sharia. Por ello sufrió el castigo lacerante de sus mayores. Después, la recluyeron en el silencio de los muertos.


                                                                                         
                                                                                                  Mar Lana

sábado, 16 de mayo de 2015

Hermanos gemelos




         Hermanos gemelos

                Al volver en mí, vi que él me había quitado el traje, las llaves del Mercedes y las de casa. Cuando se despojó de la barba y las gafas, reconocí aquellos ojos llenos de resentimiento que sólo comparaban y casi siempre restaban. Después de someterme a un violento interrogatorio, me dejó amordazado y atado a una silla. Puso un catalejo ante mí que apuntaba al edificio de enfrente, donde estaba el ventanal de mí casa. Pude mirar, impotente, cómo besaba y acariciaba con lujuria a mi mujer. Con un movimiento de la mano dejó caer la persiana en un fundido en negro.


                                                                                                    Mar Lana







domingo, 26 de abril de 2015

La crisálida




                                                            La crisálida



         Salí del laboratorio, preocupado por lo ocurrido durante la mañana. Al llegar a casa, Carla me esperaba sonriente para celebrar nuestro aniversario. Mientras bailábamos abrazados nuestra canción favorita en el salón, sentí que mi cuerpo se transformaba y parte de él empezaba a desaparecer. Vi el terror de ella en sus ojos. Al separarnos, todo volvió a la situación anterior y sólo quedaron sensaciones que nunca habíamos experimentado. No podía explicarle qué había ocurrido, pero supe que la mutación había comenzado antes de tiempo y que volvería a pasar. El experimento había acelerado el proceso. Me empujaba a la siguiente etapa de desarrollo: la de abandonar mi envoltura humana como lo hacían, sin saberlo, las personas al morir.



                                                                                                       Mar Lana





"La crisálida" micro-relato ganador Gigantes de Liliput, (20-abril-2015), grupo alojado en la red social Netwriters. 
http://netwriters.es/la-crisalida/



viernes, 27 de marzo de 2015

VISITA MÉDICA



                                                                                Visita médica


A las nueve de la mañana el hospital era como un hormiguero. Una marea de personas recorría todo el edificio, al parecer, con instrucciones claras de su cometido. Melisa, doctora en psiquiatría, se dirigía a su despacho por un pasillo encerado y reluciente franqueado en uno de sus lados por numerosas puertas blancas. Al llegar vio que había pocos enfermos en la zona de espera. La jornada se presentaba tranquila, aunque ella no podía decir lo mismo de su estado de ánimo.  Desde hacía tiempo le preocupaba la situación de Enrique, uno de sus pacientes y antiguo compañero del colegio, que un día se sentó en el diván de su consulta como un extraño y empezó a relatarle su angustioso mundo interior con una crudeza que la sobrecogió. Temía por su vida. Sus delirios suicidas podían un día cumplirse y ella tenía que evitarlo por su familia: una mujer y tres hijos que no terminarían en la calle, si ella podía evitarlo.

Tras dos toques en la puerta ésta se abrió.

—Hola, Melisa —dijo la enfermera de análisis clínicos—. Tengo el expediente completo de tu paciente, Enrique Lanez, con las pruebas que pediste. Le he llamado para que venga a recogerlo y me ha dicho que tenía cita contigo, te lo traigo para que se lo des.

—Gracias, ya he visto en el ordenador que todo ha salido normal. Si no te importa, déjaselo a Rosa, mi ayudante, para que lo meta en un sobre y se lo dé antes de irse.

Enrique llegó más demacrado que otras veces. Se notaba que no había dormido y su aspecto desaliñado indicaba su desinterés por todo lo que le rodeaba. La sesión fue larga y tensa. Al menos, durante esa hora, consiguió convencerle de que no dejara la medicación.

Enrique fue el último paciente. Cuando se fue, Melisa se acercó a la mesa de su ayudante y un expediente colocado sobre un montón de papeles le llamó la atención.

—¿Es que no le has dado a Enrique su historia clínica? —le preguntó a Rosa.

—Claro que se la di.  Lo hice cuando salió de tu despacho.

—¿Y esto? —dijo Melisa señalando el lugar donde estaba la carpeta de su cliente.

A Rosa le cambió la expresión de la cara, que pasó de mostrar una seguridad rutinaria a una duda preocupante.

—No puede ser. Creo habérselo dado. ¿Y si lo he confundido con otro enfermo?

—¿Qué enfermo? —dijo Melisa, nerviosa.

—La otra carpeta que tenía era la de Enrico Gámez, que ahora no me aparece. A lo mejor me he liado con los nombres.

—¡Dios mío! No sabes lo que has hecho. Enrico está desahuciado por un cáncer muy agresivo. Te di su historial para devolverlo a la consulta de oncología. ¿Cómo no te diste cuenta? Llama a su mujer de inmediato para avisarla de que no abran el sobre. Diles que voy a su casa ahora mismo con las pruebas correctas.

Melisa salió al pasillo con la vana esperanza de poder encontrar a Enrique cerca de la salida del hospital. Cogió un taxi y rezó para que no ocurriera una desgracia, mientras marcaba un número en el móvil. Una voz monótona repetía, una y otra vez, que ese teléfono no estaba disponible. Le dijo al taxista que cogiera el atajo del puente, por si acaso.

Por su parte, Rosa llamó con insistencia a casa de los Lanez sin obtener respuesta. El teléfono comunicaba cada vez que marcaba. Entre llamada y llamada, iba levantando todos los papeles de la mesa en busca de la carpeta del señor Gámez, sin ningún éxito. Se disponía a abrir los cajones del fichero, cuando tropezó con la papelera, que se volcó, esparciendo por el suelo todo su contenido. Y ahí, apareció el expediente junto a unas fotocopias arrugadas, papeles de caramelo y restos de un sándwich. 

Melisa llegó jadeando al tercer piso. El ascensor no funcionaba. La mujer de Enrique le abrió la puerta y al verla sonrió.

—Pasa, doctora —estábamos celebrando con los niños el regalo del hospital.

—¿Qué regalo? —dijo Melisa, desconcertada.

—El que le dieron a Enrique esta mañana. Venía en un sobre y eran unos tebeos junto a unas entradas para ir al circo.


                                                                                                                    Mar Lana


Relato ganador de El Tintero Virtual, tema “suspense"(24-marzo-2015)
http://netwriters.es/visita-medica/


domingo, 1 de marzo de 2015

LA DEUDA


                                                        La deuda


Todo estaba como él lo había dejado la noche anterior.

—Buenos días, mamá. Ya veo que no te has acostado. ¿Has dormido en la mecedora? —dijo, mientras la miraba un instante—. Vaya, te noto en la cara que sigues enfadada conmigo.

Fue a ponerse un café.

—Pues no es para tanto —gritó desde la cocina—. Eres muy terca. Y ya me conoces: no me gusta que me levantes la voz. Siempre me tratas como a un perro. Esta será la última vez que te pido dinero. Sabes de sobra que si no pago mis deudas me inflarán a hostias.

Volvió a la sala.

¡Vaya! Empieza a oler mal por aquí. Compraré un arcón congelador. No queremos que nos quiten la pensión, ¿verdad?



                                                                                                Mar Lana



Publicado por Netwriters con ediciones Atlantis. Trece autores. Febrero de 2016




domingo, 8 de febrero de 2015

OCASO




 Relato del quinto concurso - "Si las imágenes pudieran leerse".   
                               
OCASO




           Sentada en el peñasco donde nos conocimos, veo cómo el 

sol se relaja en un baño de olas danzarinas para irse a dormir. 

Recuerdo los colores rojizos del atardecer de aquel día que 

encendieron como una vela nuestros deseos. Dejó imborrables 

sensaciones; lentos rituales de besos y caricias mecidos por 

frases llenas de trascendencia, de promesas. Tan sólo un año 

después, vuelvo a escuchar tras unas rocas las mismas 

expresiones y los mismos roces. Vuelves a ser tú, pero con otra. 

Es el ocaso de los sentimientos perdidos ante el mismo sol, ante 

el mismo mar. La soledad, frente a un horizonte lejano e 

inalcanzable.


                                                Mar Lana




(Los relatos ganadores de estos concursos pueden verse en el blog  "El Club de los Grandes Soñadores")
http://clubdelosgrandes.blogspot.com.es/ 
                                                                                                                   

domingo, 4 de enero de 2015

LLAMADA AL DESCONSUELO

    Cuarto concurso -"Si las imágenes pudieran leerse".                                      




          Un hombre, flaco y encorvado, tomó asiento frente al piano de su alcoba. Sus dedos se movieron parsimoniosos hasta conseguir que las primeras notas saltaran al vacío en un desperezo afinado. Luego, las engarzó como un orfebre en una sonata en tono menor que invadió la habitación como un preludio de tristezas que le irían carcomiendo el alma. El pianista, entonces, cerró los ojos y contrajo la cara en un gesto de dolor mientras las manos, todavía ágiles, se perdían entre los acordes y revivían una vez más el fracaso. Nunca encontraba consuelo en los arpegios que, con el tiempo, se habían convertido en llamadas de auxilio sin destino. Se afanaba en un tarareo suplicante para poner letra a los intervalos sin conseguirlo. Y, en ese instante, su alma emitió un suspiro. El hálito se transformó en una mariposa de alas tornasoladas que revoloteó libre por unos segundos, hasta que en una de sus piruetas sobre el teclado, decidió terminar la partitura inacabada en un calderón sobre la nota mi, con el peso de toda su pena.


                                                        Mar Lana




(Los relatos ganadores de estos concursos pueden verse en el blog  "El Club de los Grandes Soñadores")
http://clubdelosgrandes.blogspot.com.es/